30 abr 2009

La pornografía de la espectacularidad mediática


Con la reciente cobertura de la epidemia de influenza, los medios de comunicación se han dado un gran festín informativo, logrando revelar la sustancia que los acompaña en la llamada sociedad de la información. De entrada, el término sociedad de información se refiere a una situación histórica en donde son los medios de comunicación de masas (periódicos, radio, televisión, internet, etc.) quienes ofrecen al ciudadano los canales para situarse en el día a día de su época. Informarse es tomar conciencia de los hechos relevantes que han sucedido en el diario acontecer y en donde el individuo queda integrado como un apéndice más. Atascados por el mundo de las informaciones y las noticias, nos sabemos sujetos en tanto somos partícipes, directa o indirectamente del hecho que se resalta en la nota principal. El ansia de comprenderse históricamente reposa ya no en la comprensión meditada, pausada y razonada de los acontecimientos, sino en la narración rápida, articulada, diseñada y argumentada de los medios de comunicación. Al individuo sólo le queda posicionarse en el devenir de la narración para concientizarse como ser histórico y copartícipe de esos hechos. Para lograr esa integración histórica, la noticia necesariamente tiene que ser espectacular.

En ese sentido, la espectacularidad de las noticias responde a la misma lógica del acto pornográfico. Por lo que la saturación de información que se da en la espectacularidad de la noticia no es otra cosa sino la puesta en escena de un acto pornográfico a gran escala: es la orgía de la comunicación. Pornografía y espectáculo mediático comparten la misma estructura aun cuando sus fines son distintos. Al igual que cualquier escena porno, el sujeto presencia algo prefabricado, elaborado y guionizado. Al contemplador no le queda más que agregarse en la recurrencia de la escena para hacerse coparticipe y lograr el fin de todo el acto: la excitación. En el porno el sujeto se integra a las escenas para ser un actor posicionado desde fuera y con ello lograr esa sensación de co-pertenencia. En la información de las noticias el sujeto se integra igualmente como coparticipe externo para encontrar su lugar en el todo de la situación. Si para el porno el fin es la excitación del sujeto como participante sexual virtual, en el espectáculo informativo es la toma de conciencia de lo histórico del hecho y que fija una posición dentro de esa historicidad de la cual informa. Por eso el espectáculo informativo hace uso de todas las técnicas del del porno.


Así, en una típica escena pornográfica la cámara busca todos los ángulos posibles para mostrar el hecho; nada escapa a su mirada y cada resquicio es encuadrado y mostrado sin ninguna medida; satura el lente con tomas cercanas, engrandece a pantalla completa los órganos sexuales en su frenética fricción. El plano a fullsecreen es el marco en el cual el desarrollo de las acciones cobra un sentido. Los medios de comunicación saturan también de hechos, nos dan todos los ángulos de la noticia, nos ofrecen un recuento puntual y detallado de todo lo involucrado. Magnifica y engrandece lo que pueda causar el shock de la co-pertenencia histórica. De ahí que esa espectacularidad de que están dotados el porno y las noticias produzca a su vez fascinación y rechazo, aceptación y crítica, escándalo o complacencia.


El lado opuesto de lo espectacular está implícito en lo espectacular mismo. Puede mostrarse como crítica, rechazo o censura. Lo censurable de la pornografía no consiste en mostrar el acto sexual en sí desligado de cualquier atavismo o simbolización, sino en magnificar ese específico acto sexual, de dotarlo de un aire de espectacularidad y grandeza que tiende a posicionarlo como lo sexual por excelencia. La espectacularidad en lo porno, y al mismo tiempo su escándalo, consiste en hacer del acto sexual pornográfico el único acto sexual válido y posible. Esto conlleva a la fascinación o al desprecio absoluto, y como correlato focal, la indiferencia. Pero esta indiferencia no es algo neutral, un vacío que pierda contacto con el hecho. Por el contrario, esta indiferencia es el resultado de una sobresaturación: sobresaturación de la fascinación o del desprecio. La indiferencia es un estado psicológico al que tiende indefectiblemente el abuso o la parquedad. Indiferente es aquel que se ha saciado como el que se ha privado.


En el espectáculo informativo la fascinación que ejerce logra su cometido cuando crea la conciencia de la historicidad. Su impacto se mide por la uniformidad en el decir y el hacer de la sociedad informada (por ejemplo: el uso masivo del cubre boca, el hecho de que casi todos conocen los síntomas de la enfermedad o que se hacen bromas e ironías al respecto). Pero esta fascinación crea, al igual que en el porno, su acto de censura cuando al magnificarse se ofrece como la única interpretación histórica posible. Ya no es una variable en el decurso histórico, sino que es la historia misma. Y es cuando emerge también dentro de ella su rechazo, su crítica y su censura como escándalo. Y así como en el porno hay defensores y detractores, en el espectáculo informativo se cuelan las teorías o interpretaciones que cuestiona la validez de su espectacularidad como la historia misma (ejemplo: las teorías conspiracionistas o las críticas del abuso en el manejo de la información).


Pero en ambos casos, tanto en el porno como en el espectáculo informativo, todo tiende a la indiferencia. La misma escena repetida hasta el cansancio, hasta hacernos aprender de memoria todos los pliegues y recovecos de los cuerpos enfrascados en el acto sexual, pierde su atractivo, y es por saturación que se vuelve uno indiferente. Con las noticias, después de habernos fascinado con todos los hechos, después de reencontrarnos y posicionarnos en todos los pliegues de la información ya sea por complacencia –seria o cómica-, o por crítica y censura, perdemos el interés. En el porno la saturación lleva al desvanecimiento sexual, a la pérdida de la libido. En el espectáculo informativo la sobresaturación nos hace aburrirnos de notros mismos al descubrirnos innumerables veces en la misma situación, como verse reflejado en el espejo haciendo siempre el mismo gesto. Cuando la información ya no ofrece nada para nuevas gesticulaciones, terminamos indiferentes. La indiferencia es por tanto un elemento interno y esencial para el buen funcionamiento de lo espectacular, sea en el porno o en las noticias. Sin la indiferencia como fin y punto de partida del acto espectacular lo espectacular mismo no tiene cabida. La espectacularidad y saturación en el porno y la noticia engrandecida arranca de la indiferencia y nos arrastra hacia ella.


Se hace necesario entonces otro acto sexual, con otros actores, otros cuerpos en movimiento para despertar la libido. El atractivo no está en las posiciones o las variantes, de las que se sabe mucho incluso, sino en la apuesta de encontrar esas mismas posiciones ejecutadas por alguien distinto. Al mismo tiempo, descubrirnos en esos otros cuerpos y rostros como un nuevo sujeto sexual renovado y con una novedosa práctica del sexo. Y en el espectáculo informativo pasamos de un hecho magnificado a otro. De una noticia a otra. Lo importante no es la utilización obscena de los hechos, su repetición programática y esquemática, sino el saberse encontrar en una situación distinta, en un momento histórico nuevo. No es lo mismo ser un sujeto histórico co-partícipe de una epidemia, que del desplome de un avión de un secretario de gobierno. En ambos casos, el individuo se descubre distinto, en una forma variada de ser y estar. Es una forma de vivir la historia y ser componente y co-partícipe de ella. Por ello, tiene una gran profundidad aquél cliché que dice: ¿Dónde estabas cuando mataron a Kennedy? Que puede adoptar diversas variantes y articularse con la idiosincrasia de donde se ubique el entramado histórico-social. Para las grandes masas desligadas y simples contempladoras de los hechos trascendentes de la historia, la espectacularidad mediática es la única forma de integrarse en el acto de creación del hecho histórico. Los grupos reducidos de cualquier índole que siempre se han tratado de diferenciar de la masa, por rebote, y porque las masas son la mayoría, terminan por seguir el mismo juego. Aunque es de estos grupos de donde emerge el aspecto negativo y opositor de lo espectacular que nos llevará a la indiferencia.


Así que entre los complacientes y los detractores de la reciente orgía informativa, nos encontramos todos, pues en algún momento a todos nos alcanzará la indiferencia. Y nuevamente nos reencontraremos ante el hecho histórico de moda anunciado con bombo y platillo por las grandes medios de masas. Ahí nos veremos, porque de morbosos y narcisistas todos tenemos un poco.

Nota: imagen hecha por Karry tomada del blog "Licuadora de cómics".


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