22 feb 2010

Zona de miedo (The Hurt Locker)


La guerra, nos dicen, es la actividad más atroz creada por el hombre. Sin embargo, para otros la guerra representa el modus vivendi que hace posible darle un sentido a su precaria existencia. Cuando en un mundo convulsionado por los intereses económicos y geopolíticos la guerra termina por instalarse en lo cotidiano, no sorprende que ese excepcional modo de ser del hombre termine volviéndose esencial para algunos. Esa es la premisa básica de Zona de miedo de la directora Kathryn Bigelow.

En el convulsionado Irak un grupo especializado en la desactivación de explosivos sirve como marco para explorar las difíciles tensiones entre el país ocupado y los invasores. El día a día de estos soldados quienes en cada misión son conscientes de que puede ser la última, revela un atmósfera carga de hartazgo y desamparo. La directora deja que las acciones de los soldados muestren por sí mismos el duro y asfixiante escenario de la guerra en donde ambos bandos se sientes extraños y al mismo tiempo sometidos al permanente escrutinio y vigilancia entre ellos. En el comando también se hace patentes las fricciones y los decaimientos personales. El soldado James (Jeremy Renner) hace de las misiones un campo de diversiones que llega a poner en peligro la vida de sus compañeros. Su excesivo afán de protagonismo y adicción a la adrenalina hace que sus acompañantes, el sargento Sanborn y el especialista Eldridge, lleguen a cuestionarse el valor de esta absurda guerra y la importancia de sus vidas.

Con fuertes dosis de suspenso y escenas intimistas en las que vemos el auto cuestionamiento de los protagonistas, Zona de miedo no deja de ser, sin embargo, una simple puesta en escena de un momento más de la guerra en Irak. Las convincentes actuaciones y el tono realista de la película no evitan presentar a los iraquíes como simple decorado pasivo de la presencia estadounidense. No hay un cuestionamiento de los factores de la guerra ni se percibe el punto de vista de los ocupados. Hay, eso sí, el cliché de los terroristas malos malos que son capaces, incluso, de usar cuerpos de niños o de gente común para utilizarlos como bombas humanas. Y of course, el soldado americano-buen-samaritano que está dispuesto a arriesgar su vida para evitarlo.

Con todo, la película vale la pena por mostrar la forma en que las relaciones humanas básicas son trastocadas en una situación límite. Aunque esto sólo es perceptible desde el punto de vista del comando americano, porque las interrelaciones entre americanos-iraquíes, sus entrecruces y choques no aparecen. Una película que podemos decir bien hecha, bien dirigida y medianamente buena en cuanto a la propuesta. El trabajo de Kathryn Bigelow se queda en un autoanálisis muy reservado del impacto del conflicto bélico entre los soldados americanos. Más que denuncia o crítica se resuelve en un llamado de atención. No alcanza los niveles de cuestionamiento de otras películas del mismo estilo. En ese sentido, la película habla más al gringo promedio que puede cuestionarse el valor de ir a una guerra que no promete nada, o quedarse en casa a cuidar los hijos y hacer las compras en el supermercado.

La película tienes 9 nominaciones al Oscar, entre ellas la de mejor dirección, mejor película y mejor actor para Jeremy Renner. Veamos qué suerte le depara en la entrega, por lo menos cumple con el mínimo de drama que la sociedad americana siempre está dispuesta a soportar.
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